jueves, 4 de febrero de 2016

Capítulo octavo (págs. 272-273)

"La eficiente Beverly dispuso en un pequeño grupo a las chicas de los medios. Faltaban los hombres, que también los hay en el menester de la comidilla, pero la princesa y María Asunción Solivianto se habían puesto de acuerdo para respetar la regla básica del crucero: que sólo hubiese mujeres, tanto entre las protagonistas como entre las que debían inmortalizar su protagonismo.

No es que la princesa Von Petarden estuviese completamente de acuerdo. Lo mejor de su imagen dependía del prestigio de extravagante que se había ganado entre la parte gay del cotilleo; así, pues, quiso interceder por los miembros que le eran más adictos.

-¿Y algún maricuela no pasaría? Piense que son inofensivos para nosotras y, en cambio, nos hacen lucir mucho.

-También son hombres -contestó la Solivianto-. No como los demás, ni con los mismos derechos, pero hombre de alguna manera. Y vete tú a saber si, viendo tanto mujerío, no les da por convertirse a lo heterosexual y ya la tenemos armada."

Terenci Moix, Mujercísimas.

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